miércoles, 18 de julio de 2012

La subasta

Entre las cosas que se vendían, en aquella subasta, había un viejo violín.
El subastador abrió el estuche y lo mostró tal como estaba, cubierto de polvo.
Al exhibirlo dijo:
- Este violín tiene un precio base de 100 Euros. ¿Quién da 100 Euros por el violín?.
Nadie lo quería. Sin embargo, para no paralizar la venta alguien dijo:
- Yo lo doy.
El subastador con su forma característica comenzó a contar:
- 100 Euros a la una, 100 Euros a las dos, no hay quien de más, 100 Euros a las....
ya estaba por dejar caer el martillo en el numero tres, cuando de repente se levantó alguien de la sala, se abrió paso entre la gente, llegó hasta donde estaba el viejo violín y lo sacó del estuche. 
Con su pañuelo le limpió el polvo, le afinó las cuerdas, luego puso el instrumento en su hombro y al acariciar las cuerdas con el arco empezaron a salir, del viejo violín, notas y tonalidades dulces y bellas que conmovieron profundamente a toda la concurrencia.
Al terminar su pieza musical, el artista entregó el instrumento al subastador y sin decir nada bajó de la tarima y regresó a su asiento.
El subastador levantó el viejo violín con un nudo en la garganta y dijo con voz solemne:
- Ahora, damas y caballeros ¿Cuánto dan por este viejo violín?.
Alguien rápidamente dijo:
- Yo doy mil Euros.
Otro dijo:
- Yo doy dos mil.
Un tercero:
- Yo tres mil.
Y aquel violín que a penas se podía vender en 100 Euros se vendió en cinco mil.
¿Qué fue lo que cambió el valor del viejo violín?.
Fue el contenido de melodías que había en su interior y los acordes en la mano del maestro.
No importa lo viejo o lo joven que uno sea o lo perdido que se ande en la vida,
lo importante es lo que hay dentro del corazón y la voluntad de sacarlo fuera.

viernes, 13 de julio de 2012

domingo, 8 de julio de 2012

Manitas


Manitas de los niños,
manitas pedigüeñas,
de los valles del mundo
sois dueñas.

Manitas de los niños
que al granado se tienden, 
por vosotros las frutas
se encienden.

Y los panales llenos
de su carga se ofenden.
¡Y los hombres que pasan
no entienden!.

Manitas blancas, hechas
como de suave harina,
la espiga por tocaros
se inclina.

Manitas extendidas,
piñón, caracolitos,
bendito quien os colme,
¡Bendito!.

Benditos los que oyendo
que parecéis un grito
os devuelvan al mundo;
¡Benditos!.