sábado, 30 de noviembre de 2013

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El árbol y el muchacho

Al pequeño le gustaba jugar cerca de su casa donde crecía un árbol solitario y
hermoso.
Cuando el niño tenía tiempo subía por su tronco y se columpiaba en sus ramas.
En su casa la comida escaseaba, y como al árbol ya le asomaba algún que otro fruto maduro, el niño le confesó:
- Necesito comer, tengo hambre.
El generoso árbol le ofreció:
- Toma de mis frutos y aliméntate.
El niño entonces subió por su joven tronco y comió las sabrosas frutas que colgaban de sus ramas.
El chico crecía y el árbol a su vez iba fortaleciéndose.
Un día, cuando ya era un apuesto joven, se acercó al árbol amigo para decirle que había encontrado el amor de una buena mujer y que se casaba.
- Necesito una casa para vivir con mi futura familia, le decía reflexionando sobre su futuro.
Y el generoso árbol le volvió a ofrecer:
- Coge la madera de mis ramas para poder hacerla.
Y así lo hizo, el joven gracias a su amigo pudo fabricar una casa humilde y cómoda.
Algún tiempo después, el ya hombre maduro, vino para hacerle una nueva confesión a su buen árbol, y le anunció:
- Tengo que ir a tierras lejanas y conseguir un futuro mejor para los mios, necesito un barco, pero no tengo dinero para comprarlo.
De nuevo el generoso árbol volvió a ofrecerse:
- Toma mi tronco, es grande y fuerte, justo lo que necesitas.
Y gracias a su tronco pudo construir un barco y navegar hacia tierras más prósperas.
Pasaron los años, anciano y cansado, volvió el hombre a visitar a su viejo, y siempre recordado árbol.
- Necesito descansar, le dijo ya casi sin fuerzas, y el árbol, tan generoso como siempre, no dudó ni un instante:
- Aquí tienes mi tronco talado y reposa sobre él tu cuerpo cansado.
Y el anciano junto al árbol, y el árbol junto al anciano descansaron juntos, unidos como siempre lo habían estado.


viernes, 15 de noviembre de 2013

Perla 157

LA  VERDADERA AMISTAD 
ES COMO LA LUNA LLENA:
CRECE A MEDIDA QUE PASA
 LA NOCHE.

domingo, 10 de noviembre de 2013

martes, 5 de noviembre de 2013

Lloraba

A la mujer le ocurrió lo peor que puede ocurrirle a una madre:
su hijo había muerto.
Desde que le faltara, a penas podía dormir, lloraba y lloraba hasta la mañana.
Cuentan que un día apareció un ángel en su sueño que le ordenó:
- ¡Basta ya!.
- No puedo soportar la idea de no verlo más, se lamentaba la madre.
- Si lo quieres ver, ven conmigo.
La cogió de la mano y la subió al Cielo.
Por un largo camino comenzaron a pasar gran cantidad de chicos, vestidos como angelitos, con alitas blancas y una vela encendida entre las manos.
- Estos, explicó el ángel, son los que han muerto en estos últimos años, todos los días hacen este paseo con nosotros, porque son puros. Pronto veras a tu hijo, viene por allí.
La madre por fin lo vio, tan radiante como lo recordaba. 
Pero había algo que la conmovió; de todos, era el único que tenía la vela apagada.
En ese momento, el chico la vio y fue corriendo a abrazarla, ella también le abrazó con todas las fuerzas de su ser, y luego le preguntó:
- Hijo, ¿porqué tu vela no tiene luz?, ¿no la encienden como las de los demás?.
- Sí, claro, mamá, cada mañana encienden mi vela, como a todos, pero después tu con tus lágrimas la apagas, y así hasta el día siguiente.
Y se dice que desde aquel día, el regalo de la visión de su hijo en el Cielo secó para siempre las lágrimas  de aquella madre, y la paz de nuevo volvió a instalarse en su corazón.