Éramos varias personas las que caminábamos a través del bosque, aún así, la soledad y el silencio interior eran patentes, a pesar de que la gente charlaba animadamente unos con otros. Todos pasaban a lo largo del bosque, ajenos a la dignidad y grandeza de los árboles con los cuales nos íbamos encontrando; nadie tenía relación alguna con ellos, por lo tanto, probablemente, esas personas tampoco tenían relación alguna entre ellas. Pensé que la relación entre los árboles y el hombre debería ser completa, instantánea, una relación de gratitud y de amistad con cada árbol, con cada planta y con cada flor de la tierra, y por amplitud de ese sentimiento, el hombre debería ser también amigo de todos hombres.
Cuando los hombres son capaces de descubrir la sintonía y la armonía entre ellos y los árboles, surge la paz en medio de todo y de todos.