-Tu sabes que la amas,
(me dijo mi mujer un día),
debes dedicarle tiempo.
- Pero yo te amo a ti, protesté.
- Lo se, pero también la amas a ella.
La otra mujer a la que mi mujer se refería era mi madre, viuda desde hacía diecinueve años.
Llevaba mucho tiempo sin saber de ella, así que esa noche la llamé para invitarla a cenar y al cine.
La tarde siguiente me esperaba en la puerta, sonreía, irradiaba luz.
-Le dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy impresionada, (me comentó mientras subía al coche).
Fuimos a un restaurante muy acogedor. Mi madre se aferró a mi brazo como si fuera la primera dama. Cuando nos sentamos tuve que leerla el menú; sus ojos no veían la letra.
-Era yo la que te leía el menú cuando eras pequeño. Me dijo.
-Entonces es hora de que me permitas devolverte el favor. Respondí.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día con la vida del otro. Hablamos tanto que nos perdimos el cine.
- Saldré contigo otra vez sólo si me dejas invitar. Dijo mi madre cuando la acompañé a casa, y yo asentí.
-¿Cómo estuvo tu cita?. Quiso saber mi esposa.
- Muy agradable, mucho más de lo que imaginaba. Contesté.
Pero, cosas del destino, días más tarde mi madre murió de un infarto. Fue todo tan rápido que no pude hacer nada.
Al cabo de un tiempo recibí un sobre con un cheque del restaurante donde había cenado con mi madre. La nota decía:
"Tienes una cena pagada por anticipado. Estoy segura de que ya no podré estar allí, la cena es para ti y para tu mujer. Jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mi. Te amo ".
en ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo: "te amo", y de darle a nuestros seres queridos el lugar que les corresponde.
jueves, 25 de mayo de 2017
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