Para un niño
de cinco años,
su papa es
el más sabio del mundo.
A los quince años
piensa que papá
ya no lo sabe todo.
A los venticinco,
el joven piensa
que su padre
no sabe casi nada.
A los cuarenta y cinco
se pregunta:
¿por qué no le pido
A los cincuenta y cinco
¡Qué sabio es mi padre!.
Y a los sesenta y cinco añora:
Ojala mi padre estuviera aquí
para hablar con él.