Diógenes, político a las órdenes del emperador, pasaba por una situación de extrema precariedad.
Cuando se disponía a comer un plato de lentejas en su humilde casa, pasó a saludarle otro político del emperador, y al verle en ese pobre estado le dijo, dándole un consejo:
- ¡Ay, Diógenes!, si atendieras a ser más sumiso y adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas.
Diógenes dejó de comer, levantó la vista y mirando al acaudalado interlocutor
le contestó:
- ¡Ay de ti, hermano!, si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que ser sumiso, ni adular tanto al emperador.
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