Aquel día cumplió años uno de los niños más ricos de aquel pueblo, y, por supuesto, le regalaron muchas cosas:
Una caja de lapiceros de colores, un caballo de madera, ropa, juegos, una pelota, otros muchos juguetes, y tres horas para hacer lo que quisiera.
El niño rico miró todo con indiferencia durante diez minutos, empleó otros diez minutos en hacer rayas en las paredes con las pinturas, otros diez minutos en arrancarle una oreja al caballo y después, aburrido pasó el resto de la tarde.
Al deshacer los paquetes, había tirado por la ventana la cinta azul con la que venía envuelto el caballo.
La cinta era de un color azul fuerte y brillante y fue a dar a los pies de Juan Lanas, un niño pobre, pero muy despierto.
Juan Lanas pensó que aquello era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo.
Ideó mil y un juegos con ella y al final decidió ponérsela alrededor del cuerpo como si fuera un general.
Buscó a su perro y a sus amigos, tan pobres como él, y les animó a seguirle como valientes soldados por todo el pueblo.
Así pasaron la tarde. Y mientras desfilaban divertidos por las calles; el niño rico se aburría soberanamente en su habitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario