jueves, 13 de octubre de 2011

El billete


Aquella tarde Alfredo estaba desesperado, la semana había sido especialmente difícil y necesitaba desahogar con alguien sus problemas y su tristeza.

Pensó en María, su buena amiga.
La llamó por teléfono para quedar y ella aceptó la invitación.
Se reunieron para tomar un café y Alfredo descargó a su lado su congoja y depresión.
María escuchó todos sus problemas, los del trabajo, el piso, el dinero, la relación con la familia.
Todo parecía estar mal en su vida.
Después de escucharle, María introdujo la mano en su cartera, sacó un billete de  y le preguntó:
- Alfredo, ¿Quieres este billete?.
Bastante confuso al principio, Alfredo terminó por decir:
- Pues...claro. ¿Quién no los querría?.

Entonces María tomó el billete entre sus manos y lo arrugó hasta convertirlo en una diminuta bolita, y mostrando la estrujada pelotita volvió a preguntarle:
- Y ahora, ¿lo quieres?.
- María, no sé que pretendes con eso, sigue siendo dinero, claro que los tomaré si me los das.
Entonces María desdobló el arrugado billete, lo tiró al suelo y lo restregó con su zapato, levantándolo luego, sucio y machacado, le volvió a preguntar:
- ¿Lo sigues queriendo?.
- Mira, María, sigo sin entender qué pretendes, pero ese billete, mientras no lo rompas conserva todo su valor. Claro que lo quiero.
- Entonces, Alfredo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres
aunque la vida te arrugue o te pisotee como yo a este billete, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido. Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado.
Alfredo se quedó mirando a María, sin atinar con palabra alguna, mientras el impacto del mensaje se fijaba profundamente en su interior, cambiando su actitud negativa.
- Toma, le dijo María con una sonrisa cómplice, guárdalo para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal, pero recuerda que me debes un billete nuevo, para poder usarlo con otro amigo que lo necesite.
Le dio un beso de despedida  y levantándose se alejó con su paso atractivo hacia la puerta.
Alfredo volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó en su billetera y dotado de una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta.

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