Estoy por asegurar que mi madre es la mamá más mala de mundo, pues desde bien pequeña siempre se empeñaba en que tenía que hacer muchas cosas que no me apetecían lo más mínimo, como ayudarla en la preparación de la comida, poner la mesa, hacer algunos recados; lo más horrible era ir a comprar pan, siempre había cola, ¡qué pesados!.
A medida que yo iba creciendo ella se hacía más mala, siempre me preguntaba quién eran mis amigos, quién sus mamás, dónde vivían.
Pero siguió siendo más mala aún cuando empecé a tener amigos, mientras las otras amigas podían verlos a escondidas, yo los tenía que llevar a casa y presentárselos, ¡era el colmo!.
Su maldad fue en aumento: "que tienes que barrer, que arregles tu cuarto, que recojas tu ropa, que dejes listo el baño", todo era penosísimo.
Y qué decir también de la ropa que debía ponerme, podía ir muy mona, muy mona, pero nada llamativa.
Con el tiempo yo también me casé e inicié una nueva familia. También tengo hijos, y, hoy, en el día de la madre, después de recibir sus felicitaciones, me he acordado de mi madre y he dado gracias por ella, porque:
gracias al cuidado que tuvo con mi alimentación, yo crecí sana y fuerte,
gracias a la atención que puso en ayudarme a estudiar y controlar mis trabajos logré sacar estupendamente mi carrera,
gracias a que me enseñó a hacer labores en casa, ahora tengo la mía ordenada y se administrar mi hogar,
gracias al cuidado que puso en que yo escogiera bien a mis amigas , aun conservo alguna que son un verdadero tesoro,
gracias a que conoció a mis amigos pude darme cuenta de quien era el mejor para mí y ahora es mi esposo.
Gracias, madre, desde el fondo de mi corazón; en quien veía tantos defectos y tan pocas cualidades.
Esa madre que tanto me quiere y tan bien me formó.
Sólo pido que ahora mis hijos me consideren también la mamá más mala del mundo.
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