A la corresponsal le fue admitida la propuesta
de hacer una entrevista al gran rabino.
Ella escogió con sumo cuidado las preguntas que le haría.
Lo preparó todo y se encaminó a su encuentro.
Al entrar, vio que en casa del entrevistado no había nada, no había muebles, ni cuadros, ni alfombras, nada superfluo, solamente lo mínimo
imprescindible.
Todas las preguntas que había preparado se habían esfumado de su mente.
En su lugar otra nueva pregunta surgió:
- ¿Cómo es que usted no tiene nada en su casa?. ¿Dónde están sus muebles?.
Preguntó desconcertada la periodista.
- ¿Cómo es que usted tampoco los tiene aquí?. Preguntó a su vez el rabino.
- Yo no los tengo aquí porque estoy de paso.
Dijo la corresponsal.
- Y yo también, sentenció el gran rabino.
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