Murió en mitad de un verso,
cantándole, floreciéndole,
y quedó el verso abierto,
disponible para la eternidad,
mecido por la brisa,
la brizna que jamás concluye.
Verso sin terminar.
Quién se muriera así,
al aire de una sílaba.
Y al conocer esa muerte de poeta
recordé otra de mis oraciones:
"Quiero vivir, morir, siempre cantando,
y no quiero saber porqué, ni cuando".
Sí, en el seno del verso,
que le concluya y me concluya Dios.
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