Su jefe lo sintió mucho porque era buen empleado, y le pidió que, antes de dejar la empresa, le construyera una sola casa más como favor personal.
¡Qué manera más penosa de terminar su carrera!.
Cuando el carpintero terminó su trabajo, avisó al jefe que se presentó a ver la nueva casa, y le entregó las llaves, diciendo:
- Toma, estas son las llaves de tu casa. Es mi regalo de agradecimiento por los años que has trabajado tan responsablemente con nosotros.
¡Qué tragedia!. ¡Qué pena!. Si hubiera sabido que estaba construyendo mi propia casa, -pensó el carpintero-, la hubiera hecho de manera totalmente diferente.
Ahora tendría que vivir en la casa que con tan poco interés había construido.
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