Una persona, en cierta ocasión, pidió a Dios poder conocer el cielo y el infierno y Dios le permitió viajar hasta ellos.
Lo que contempló en el infierno fue sorprendente:
Había un salón, con mesas llenas de toda clase de manjares, pero allí todos andaban angustiados porque estaban muertos de hambre, el sufrimiento era terrible y estaban desesperados. ¿Cómo podía ser aquello?.
Vio que cada uno tenía en sus manos unas cucharas con el mango muy largo del que nunca podían desprenderse cuando iban a comer, el mango era más largo que sus brazos y no podían llevar a la boca los alimentos, por eso la desespera-
ción de aquella gente era total.
idéntica, también la amplia sala, los manjares exquisitos,las mismas cucharas con los mismos mangos larguísimos en las manos, pero....
en el cielo era todo alegría y sosiego, todos estaban felices y bien alimentados, se respiraba la felicidad.
¿Dónde estaba la diferencia?.
Pues, mientras en el infierno cada uno quería tomar de su propio alimento y comer de su propia cuchara sin conseguirlo, aquí en el cielo aprendieron a alimentarse mutuamente; allí no eran capaces de compartir, aquí en cambio cada uno piensa primero en el hermano y lo alimenta con su propia cuchara, estando así perfectamente alimentados, y gracias a esta generosidad gozaban de una fiesta constante.
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